08 d’agost 2011

EL TURÓ DE MONTCADA, GEOLOGIA, ESPELEOLOGIA I EXCURSIONISME

NOU COMENTARI QUE HEM REBUT D'UN SEGUIDOR D'AQUEST BLOG SOBRE EL TREBALL QUE VAREM PUBLICAR EL DIA 21 D'ABRIL DE 2008, I QUE PEL SEU INTERÈS PUBLIQUEM.


Peça exposada avui al Museu de Geologia de Barcelona
Ullal d'un Crocuta (hiena) spelaea Goldfuss (foto R.Ramos)
(per veure la imatge més gran clica sobre la mateixa)

Distinguido Señor:
Quería haber hecho un comentario en el artículo de referencia; pero he sido incapaz de ver cómo.
Era el siguiente comentario:


"Preludio:

A finales del siglo XIX, se descubrió cierta caverna, en la zona de Montcada; lugar muy próximo a la ciudad de Barcelona. La boca de la caverna apareció enteramente oculta, por materiales procedentes de procesos naturales; ocultación que hubo de necesitar de un cierto tiempo, para desarrollarse y completarse.

Dentro de la caverna, y en el suelo, se halló un resto de Pectunculus glycimeris.

Quizá hubiera sido un buen momento para preguntarse desde cuándo el ser humano puebla Barcelona: Allí no había ninguna clase de sedimentación marina, y el Pectunculus glycimeris no es sino un molusco bivalvo marino. Alguien llevó aquello hasta esa cueva, hace mucho tiempo.

En la publicación CRÓNICA CIENTÍFICA REVISTA INTERNACIONAL DE CIENCIAS, Tomo VI, año 1883, páginas 150-151, Jaime Almera escribió lo que sigue, en un artículo que, sugerentemente, tituló GRUTA PREHISTÓRICA EN MONCADA:

"Hace medio año que en la cantera de casa Sans, cerca de Moncada –Barcelona-, se descubrió una caverna, con abundancia de estalactitas, algunas de no pequeñas dimensiones. Esta caverna estaba enteramente oculta por la toba cuaternaria, que se había formado merced à la caliza y detritus, que las aguas que filtraban de los bancos superiores disolvían y arrastraban á su paso…”

De lo que se desprende, entre otras cosas, que el hallazgo en cuestión dataría de 1882-1883. Almera también informa del hallazgo de cierta mandíbula, en aquella caverna, que deduce que pertenecería “al Oso pardo que vive actualmente en nuestros Pirineos. Los huesos y mandíbula de aquella fiera estan empotrados en el travertino, mezclados con fragmentos de pizarras en que se apoyan dichas calizas.”. Almera no especifica (o no lo he sabido ver), en parte alguna del artículo, si por “travertino” se refiere a lo que llamó “toba cuaternaria”.

Y pensamos que es una cuestión importante: Dado que, creemos, el Pectunculus glycimeris no fue accesible sino hasta despejar la entrada de la cueva…

(“…se ha recogido en dicha caverna una gran valva del Pectunculus glycimeris, molusco acéfalo que vive actualmente en nuestro litoral. Dicha valva no estaba empotrada como los huesos, en el travertino, sino en el suelo de la caverna y envuelta por una delgada capa de aquella roca.”)

… de manera que la valva de referencia, recogida en el suelo de la caverna, sería más antigua que lo hallado en la toba cuaternaria que tapaba la boca de la cueva. Así, si la mandíbula estaba en dicha toba, dicho resto óseo sería menos antiguo que la valva.

Nosotros pensamos que así debió ser; tras leer y releer el artículo en cuestión. Y ello pese a cierta reflexión que Almera hace, hacia el final del artículo: Nos referimos a que Almera dice que posteriormente al abandono de la cueva por el oso, “se guareció en ella el hombre, como lo indica la valva del Pectunculus, allí trasportada por él para su uso.”. Intermedio cierta observación mía: La cueva debió ser de medidas bastantes para la habitación humana, según esa frase de Almera.

Imediatamente después de dicha frase, Almera dice: “Desalojada después por el hombre, y continuando la acción erosiva de las causas actuales sobre las pizarras y la precipitación del travertino que las aguas tomaban de los bancos de caliza de la región superior del cerro, quedó oculta…”. Parece que la “toba” era el “travertino” en donde estaba la mandíbula; de modo que, insistimos, nos parece que fue anterior el hombre al oso que cita Almera. Sin embargo, no sería una datación, la de la estancia del hombre en aquella cueva, forzosamente de una gran antigüedad; pues sólo sería más antigua que los restos de un oso actual. Es decir, el Pectunculus podría ser relativamente reciente.

Sin embargo, aquella “mandíbula con cuatro piezas dentarias, que desgraciadamente fueron mutiladas por los operarios”, en palabras del propio Almera (también en el artículo de referencia), ha resultado ser, no de oso, sino de hiena de las cavernas. Tal ejemplar está actualmente depositado en el Museu de Geologia de Barcelona, y lleva el número 6104. El Dr. D. Julio-Gómez Alba, que ha historiado magníficamente los vertebrados fósiles que en dicho Museo se encuentran, explica que fue el autor Harlé quien, publicándolo en 1909, identificó la mandíbula como de dicha hiena; y con tal identidad registra la mandíbula Gómez-Alba. Todo ello aparece en el nº 6 de la publicación “Treballs del Museu de Geologia de Barcelona”: Catálogo razonado de los vertebrados fósiles de España del Museo de Geología de Barcelona (1882-1982), publicado en 1997 (el depósito legal es del año 1990); páginas 201-202.

Pero nada dice Gómez-Alba de ningún Pectunculus, en la relación que allí hace de los materiales que, de aquel lugar, se encuentran en el citado Museo; por lo que no es ya posible averiguar nada más al respecto de esa valva. Ni siquiera si, realmente, se trataba de una especie aún existente.

Sea como fuere, según lo que venimos explicando, y dado que la hiena de las cavernas es un animal típicamente pleistoceno, el hombre que llevó aquella valva a aquella cueva hubo de hacerlo nada menos que en el Paleolítico; o eso deducimos nosotros."

Varela

PD/ Su comentario no ha podido añadirse al articulo que colgamos el 21/4/2008, por un exceso de carácteres, que el sistema no admite. No obstante y por la importáncia del mismo nos hemos permitido publicarlo tal como usted nos lo ha enviado. Muchas gracias.
Ricard Ramos Jiménez

3 comentaris:

Anònim ha dit...

En primer lugar, gracias por haber publicado mi comentario. Sigo:

Lo único que se me ocurre que pudo pensar Almera, para que éste dijera que el hombre llegó a aquella caverna después (y no antes) del animal al que aquella mandíbula perteneció, es que el cubrimiento de la boca de la cueva estaba ya en desarrollo, con la mandíbula ya presente en ello, cuando llegó el hombre allí; o, más rebuscado aún, que la mandíbula ya estaba, al llegar allí el hombre, en algún punto del terreno sobre la caverna, y que acabó, por deslizamiento, en la toba que cubrió la boca de la cueva.

Por otra parte, descarto la posibilidad de que el Pectunculus glycimeris llegase al suelo de la cueva en algún momento en torno al descubrimiento, o poco anterior al mismo; lo descarto habida cuenta de que aquella valva estaba, según mostré que indicaba Almera en su artículo, cubierta de travertino, que es algo que no sucede de la noche a la mañana.

En cualquier caso, cuando se halla algo, que no puede datarse directamente, por debajo, estratigráficamente, de otra cosa, que sí puede datarse, se acostumbra a asumir que la edad, de lo no datable directamente, será, como mínimo, la menor de las edades posibles de esa otra cosa que sí puede datarse, hallada por encima. Y, salvo sospecha fundada, no se piensa que lo sí datable sea más antiguo que lo no datable directamente, y que haya ido a parar, por lo que sea, por encima de lo no datable directamente.

Pienso que lo que acostumbra a asumirse es perfectamente aplicable a este caso de Montcada.


Varela

Anònim ha dit...

Como quiera que Gómez-Alba, en su documento antes citado, indica (ahora, página 201) que los primeros ejemplares de Can Sans (Montcada) que ingresaron en el Museo de Geología de Barcelona "fueron donados por Josep Vives y Ferrater el 20 de octubre de 1893, diez años después de que Almera diese a conocer el yacimiento" (sic), cabe cierta posibilidad, y es que la mandíbula de hiena de las cavernas, depositada en dicho Museo, sea otra mandíbula distinta de la referida por Almera (ésto en 1883):

Almera dice, en su artículo primeramente citado, que "los materiales objeto de esta nota existen en el Museo del Seminario Conciliar de Barcelona" (página 151; nota, a pie de la misma, que viene del artículo de Almera); lo que incluiría, es de suponer, la mandíbula citada por Almera. Y dado que los materiales, de aquel lugar de Montcada, los depositados en el Museo de Geología de Barcelona, no llegaron, según explica Gómez-Alba, ni de manos de Almera, ni procedentes del Museo del Seminario, pudieron ser materiales distintos de los aludidos, por Almera, en 1883 (ésto es, diez años antes de la donación a que alude Gómez-Alba).

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Pero...

Desde la fecha de aquel primer artículo de Almera, la siguiente cita, a lo hallado entonces por Almera, proviene del propio Almera: una Memoria leída, por él, el 30 de abril de 1896.

En dicha Memoria (página 352), se cita la presencia del oso de las cavernas "en el travertino cuaternario... de la cueva de Casa Sanz (Moncada)" (sic). Desde éste punto, el texto nos envía a una nota al pie de la misma página; nota que dice así (texto íntegro): "Crónica Científica. Descubrimiento de una cueva prehistórica en la vertiente N.O. O. del cerro de Moncada, tom. VI, pág. 150, 1883". Esta Memoria lleva por título SOBRE LA SERIE DE MAMÍFEROS FÓSILES DESCUBIERTOS EN CATALUÑA, y ocupa las páginas 351 a 357 de la publicación: MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS Y ARTES DE BARCELONA, 1892-1900, tomo II-años 1892 á 1900.

Teniendo en cuenta que es el mismo Almera quien, en dicha Memoria, pone, como vemos, en relación directa, su cita al Oso de las cavernas, con aquel primer artículo del propio Almera; y teniendo, asímismo, en cuenta que en esa Memoria, que lo es sobre mamíferos fósiles descubiertos en Cataluña, no se cita ningún Oso pardo, ni ningún otro resto, en absoluto, del lugar de "Moncada", habrá que concluír que aquella mandíbula de Oso pardo había "pasado a ser", quizá debido a una observación más cuidadosa de Almera, una mandíbula de Oso de las cavernas; pero que se trataría de la misma mandíbula.

Así lo creemos, en suma, pese a que Almera no dice, en tal Memoria, qué tipo de resto era el de Oso de las cavernas referido a Montcada.

Con todo, tanto si era una mandíbula de hiena de las cavernas, como si lo era de Oso de las cavernas, aquel Pectunculus glycimeris debió ser paleolítico; pues ambas citadas especies son típicamente pleistocenas.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ursus_spelaeus

http://www.elmundo.es/elmundo/2010/08/24/ciencia/1282649318.html


Varela

Anònim ha dit...

Ahí van un par de documentos, que tienen que ver con todo este asunto:

http://ddd.uab.cat/pub/butcenexccat/butcenexccat_a1901m7v11n78.pdf

http://www.archive.org/stream/butlletdelains256190809inst#page/60/mode/2up